¿Un novedoso código de entendimiento?
Quememos las camas de dos plazas,
las máquinas del zoom,
la ropa deportiva,
los abrigos para mascotas...
¡Poeta!
dame un abrazo...
Estás espléndida,
en esa fotografía.
Tus piernas cruzadas,
tus ojos,
lejos de las peceras.
A veces,
el corazón se enreda
en los tentáculos del mundo.
Estás espléndida
en esa fotografía,
creo no habértelo dicho nunca,
como tantas otras cosas
que huyen
de los esquemas del dos.
Abracadabra.
(envía tu rayo hasta la muerte).
No sabía que llorar en la ducha
era una buena opción,
Bradbury
lo detalló en un poema.
Tampoco imaginé
enamorarme de un autor
con tanta intensidad.
Hay rastros Bradbury
en la poesía de Bolaño,
hay huellas Ray
en Stephen King,
(sobre todo en La noche del vampiro)
hay pisadas Shakespeare
en los borradores de Ray,
hay un niño
entre ellos
temeroso de la oscuridad.
La luz de la luna
a las 4 a.m,
huelle a pastel recién horneado.
Estoy en el balcón
fumando,
desperté de un sueño
en el que nos abrazábamos
y tu voz
repetía
una y otra vez:
amor llegaste, amor llegaste, te estaba esperando amor.
Madres y padres
en las plazas
atentos a sus celulares
mientras
niñas y niños
juegan con armas de juguete
a matarse
como si
en ellos
algo estuviera de más,
quizá,
una niñez
inventada
en la ciudad de la tristeza.
Llegan los repelentes para mosquitos,
los protectores solares,
los pañales,
¡atención!
esto no
esto sí
cuidado con el sol
¿qué te enseñó mamá?
Hice mucho para llegar hasta acá,
no sé
que será de nosotros
entre tanta niebla.
Anoche
soñé que mis zapatos se derretían
y un colibrí
se apoyaba en mi nariz
era
un habitante del espacio intergaláctico
tal vez,
el último.
Las cosas no son como antes,
dijiste al pasar,
yo
con las compras en el bolso,
vos,
entre idas y vueltas.
Entonces,
abrí un libro de Bradbury
y me senté a leer.
Pasaron los meses,
todo fue de mal en peor.
Nos diluimos como una gota de tinta
en el mar.
Bradbury aquí y allá,
un amigo
al que uno puede llamar
a las 3 a.m.
oye, Ray, creo que ha muerto. creo que debo cambiar de trabajo y de casa. hacer un poco de ejercicio no viene nada mal. además dejé de extrañar los encuentros nocturnos, no los necesito. eso si, a veces, tengo ganas de escribir cartas en papel.
oye, Ray, tu cuento La carretera, es insuperable.
oye, Ray, tengo ganas de darte un abrazo.
No vas a volver.
'Te fuiste
sin despedirte de los juguetes.
Todo quedó en los embargos.
En los camiones de mudanzas.
En los abogados.
En vos
funciona otra ecuación:
no hay más amor, cariño.
para qué insistir.
Junto tus cosas,
en cajas
y las llevo al correo.
Ellos sabrán qué hacer.
Yo,
dejé el tabaco.
Las horas son actos de fe.
Cartomancia.
Los Arcanos Mayores
del Tarot de Marsella,
espejan
rostros pasajeros
de lo eterno.
El Loco,
contorsionista nato,
carga la bolsa
con la totalidad del Tarot.
El Mago,
tiene en su mesa
todos los elementos
y a la vez ninguno.
La Papisa,
remarca su palidez
ante el libro de la Vida.
La Emperatriz,
personaje temible,
si es que lo hay,
desnuda
el corazón del Enamorado.
El Emperador,
se apoya en un trono
sin reino.
El Papa,
el puente,
el comunicador,
el hacedor de un camino.
El Enamorado,
está azorado
ante la presencia
del ángel de la muerte.
El Carro,
la conquista,
el principe
que llega desde lejos.
El Ermitaño,
el sabio
que se aventura
a los caminos.
La Justicia,
la espada que corta
lo que esta de más.
La Rueda de la Fortuna,
la crisis,
los cambios,
dibujos de un horizonte
nuevo.
La Fuerza,
el control
de los instintos.
El Colgado,
la meditación,
podar el árbol familiar.
El Arcano XIII,
el cirujano alquímico.
La Templanza,
el ángel de la curación.
El Diablo,
lo instintivo,
lo profundo,
lo creativo,
el engaño,
el embrujo del sexo.
La Torre Dios,
el rayo,
lo oculto
sale a la luz.
La Estrella,
el lugar,
Ibis,
el pájaro sagrado.
La Luna,
la madre cósmica,
la necesidad
de aullar.
El Sol,
el hacedor de la Vida,
un salto hacia adelante.
El Juicio,
el nacimiento,
la aparición,
el llamado.
El Mundo,
la danza eterna,
los elementos
se reúnen,
todo vuelve a empezar.
Entre ellos,
tus preguntas.
Rata de agua.
Intuitiva,
astuta,
desconfiada,
leal,
trabajadora,
chismosa.
Incompatible con el Caballo,
buena amiga
del Perro.
Sobre la mesa
tres cartas:
La Fuerza,
El Diablo,
El Papa.
La Rata
pregunta:
¿Algo más?
Vas hacia lo profundo,
tu misión es comunicar.
Vas a encontrarte con miedos,
fracasos, trampas,
mentiras,
descomposición,
farsas.
Vas a regresar
una y otra vez
a tu dolor...
Hasta que el Diablo
libere a sus acólitos,
ellos
te sanarán.
¡Claro que sí!
En momentos difíciles,
vuelvo a la poesía.
Los poetas
son como un cielo estrellado,
uno puede encontrar
un abrigo
ahí.
De noche,
el farol callejero
se enciende
y veo
el contorno de un espejismo.
Somos caprichosos
lo sé,
somos ingenuos
lo sé,
somos torpes
lo sé,
somos un abrazo
debajo
de un puente,
lo sé.
¿No es extraño,
extrañar?
Hay gente en los parques.
Parejas de la mano
recreando el ritual
de lo efímero.
Nada que no hayas conocido,
una vieja película de terror
con actores de cera.
Lo original de todo esto
es que alguna vez,
hace tiempo,
el protagonista
sacudió un revólver plateado
sobre la pelvis
de la enamorada.
Un flash
del pasado,
deforma la escena
y nada es lo que parece.
¿o si?
la purezanecesitala intensidad del contraste.
Los ojos de Mayo,
se cierran
ante la muerte
de mi padre.
Fue un día
como cualquier otro.
Una fuerte tos,
la soledad de una habitación,
y el barrio del Once,
dieron
el golpe final
a un hombre
que lloró
día y noche
por amor.
Recuerdo
la última vez
que nos vimos,
él estaba acostado
con las manos enfundadas
en una manta de lana,
apenas movía el cuerpo.
El médico del geriátrico,
dijo
que mi padre
estaba grave
y que me prepare
para el adios.
El médico
hablaba con una indiferencia
casi teatral,
claro,
tantos años
entre viejos desdentados
y olor a pis...
Mientras lo escuchaba,
vi a mi padre
vestido
con un sobretodo color camello
cruzar una diagonal imaginaria
hasta el centro
de mi infancia.
Yo con doce o trece años,
él con cincuenta y pico,
su paso firme
y su mancha rojiza
en una de sus mejillas,
me hicieron
correr hacia él
para advertirle
que más adelante,
estaba el derrumbe
de toda una vida.
Él sonrió
y aceleró la marcha
dejando
una herida
que hasta hoy
sangra.