Los actos cotidianos
se nutren
de pequeñas modificaciones
casi sagradas.
Pulir un estante,
fumar en el balcón,
espiar a los vecinos.
Los pájaros
me visitan
y los tilos
meditan
sobre la muerte repentina
de las abejas.
En una cajita blanca
colecciono
esos vuelos de miel.
Ahora
puedo jugar
y verme
con una lupa
examinando ojos y antenas.
De niño,
solía revestir
las horas
con este tipo de inspecciones.
Ah, eso sí,
éramos
pequeños,
vos,
estabas aprendiendo
a patinar.
Yo,
en mi bici
daba vueltas a la manzana
los domingos,
tal vez,
un ancestro
de mi cajita mágica
trenzó
un hilo invisible
en nuestras vidas.
¿Quién sabe?
¿No?
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