la purezanecesitala intensidad del contraste.
jueves, 14 de mayo de 2020
lunes, 4 de mayo de 2020
Los ojos de Mayo,
se cierran
ante la muerte
de mi padre.
Fue un día
como cualquier otro.
Una fuerte tos,
la soledad de una habitación,
y el barrio del Once,
dieron
el golpe final
a un hombre
que lloró
día y noche
por amor.
Recuerdo
la última vez
que nos vimos,
él estaba acostado
con las manos enfundadas
en una manta de lana,
apenas movía el cuerpo.
El médico del geriátrico,
dijo
que mi padre
estaba grave
y que me prepare
para el adios.
El médico
hablaba con una indiferencia
casi teatral,
claro,
tantos años
entre viejos desdentados
y olor a pis...
Mientras lo escuchaba,
vi a mi padre
vestido
con un sobretodo color camello
cruzar una diagonal imaginaria
hasta el centro
de mi infancia.
Yo con doce o trece años,
él con cincuenta y pico,
su paso firme
y su mancha rojiza
en una de sus mejillas,
me hicieron
correr hacia él
para advertirle
que más adelante,
estaba el derrumbe
de toda una vida.
Él sonrió
y aceleró la marcha
dejando
una herida
que hasta hoy
sangra.
martes, 14 de enero de 2020
van a terminar con nosotros.
Después de una larga resistencia,
siguen escapando de la luz.
De a dos o de a cientos,
brotan de una mínima trinchera.
Nada parece detenerlas.
Antes de las metamorfosis,
escucho sus plegarias.
Son honradas por morir en combate,
algunas más que otras.
Y más atrás
un cuerpo tieso,
fue el lugar perfecto para esconderse.
viernes, 3 de enero de 2020
como pájaros de madera.
viernes, 20 de diciembre de 2019
viernes, 11 de octubre de 2019
Encontré
muertos a los peces.
Misterio y Leyenda,
panza arriba hacia el Cosmos.
Estómagos
saturados de alimento.
Tenía 10 años
y padre
traía
una bolsita con dos pececillos.
Veterinaria Dog-Dog.
La dejamos apoyada
sobre la mesada de la cocina.
Ellos estaban asustados,
la superficie del agua
los situó en el centro
de la escena.
Abuelo vivía
con nosotros,
y entendió todo
como un juego de niños.
A él también,
le fallaron las cosas.
Fui por una tijera
y en segundos
los animalitos estaban
en el piso.
Se me empaparon las medias.
Por años escuché
el plock - plock
de las aletas
sobre el esmalte de la muerte.
Reconstruir el mundo
a partir de fragmentos.
jueves, 10 de octubre de 2019
Ahí,
entre padre, madre y hermana
pasamos algunos años.
Siempre
agobiados por embargos
y cartas documentos.
Momentos de felicidad:
dos patios interiores,
una terraza,
dormitorios para esconder tesoros,
una porción de tierra
donde tiempo atrás,
habían enterrados a los perros.
Espíritus amables,
arriba,
abajo,
escaleras.
Baños,
acá y allá.
Tuvimos que dejar la casa
y amoldar la tristeza
a un núcleo de cuatro.
Padre, madre y hermana
a la deriva
junto con mis primeras preguntas
de amor.
Hablamos poco de eso.
Recuerdo
los mates de leche
que me llevaba madre
a la cama.
La tetera
de pico largo
con marcas de fuego.
El vapor de la nata
empañando los ojos.
Atrás,
un pizarrón
con cálculos matemáticos
de un niño,
con cuerpo de grande.
La topadora llegó después,
los cuatro,
ya habíamos aprendido a nadar.
Pudimos abrazarnos
y dejarnos caer
entre los escombros,
como lombrices
asustadas.
O saltar
hasta encontrar un rascacielos.
Nada de eso sucedió.
No para los 4.
No para mí.
Volví al barrio varias veces.
Eso me pasa.
Vuelvo.
Cuando vi la casa de mármol negro
derrumbada,
junto a camiones de hormigón
que entraban en el terreno
y aplastaban
lo poco que quedó de nosotros
me dije:
son ellos, los perros.
Alguien tenía que vengarlos.
martes, 8 de octubre de 2019
martes, 24 de septiembre de 2019
un kiosko
en un complejo polideportivo
al que llamábamos
"el parque".
25 hectáreas
rodeadas de eucaliptos
e inmortalidad.
Pasábamos los veranos ahí.
Adoraba esa casita prefabricada
en donde armamos
el negocio.
La bandeja de golosinas,
la heladera con las 8 puertas de madera,
la cortadora de fiambre,
las vitrinas...
Líneas de fuga
para una niñez
de pocos amigos.
Me sentía parte de un acertijo:
un niño que aprendió a leer
la hora
en un reloj de manecillas,
mientras miraba un partido de bochas.
La casita prefabricada
continuaba
en una estructura de chapa
rectangular
con ventanales y mostradores,
regalo
de una marca de bebidas colas.
A veces,
la usábamos de depósito
otras,
como despacho rápido de minutas.
Una noche,
alguien entró
y robó mi bicicleta
Peugeot.
La infancia
comenzaba a desaparecer.
lunes, 23 de septiembre de 2019
La muerte tiene eso también,
imaginar un color de camisa
que iría con vos.
Todavía puedo oler
el perfume
del jabón blanco
en tu cara afeitada.
Las uñas,
crecen
a pesar del fuego.
Me veo
en sueños,
extendiendo tus dedos
y resistiendo
la parquedad de la vejez.
Una tarde
fuimos a dar una vuelta.
El geriátrico era una cárcel para todos.
Yo empujaba
la silla de ruedas
y me preguntaste
en qué panadería
compraba
los sandwiches de miga.
Vos hablabas
con los banqueros del tiempo,
aquellos que alguna vez
te prometieron el paraíso.
La verdad
vuelve
a quienes la practican.
viernes, 20 de septiembre de 2019
El Tarot
me devuelve El Colgado.
Esfuerzos extras.
Sacrificios.
Aire.
Un globo de helio
suspendido
en un película de terror.
El protagonista
tiene una pista:
la casa de mármol negro
fue construida
por un tal Nathanson.
Atrás,
placares comunicantes,
una perra pelirroja
y la adrenalina
del último round.
"Esto sucede
cuando se pierde el guión",
murmurás.
Tu piel,
me impide gritar.
jueves, 19 de septiembre de 2019
Vamos a la plaza.
Nuestra hija
se monta a su bicicleta.
Es una experta conductora,
esquiva bolsos y termos.
Su figura
agiganta el paisaje.
Niños y niñas
aquí y allá.
Algunos comparten
un rayo de sol
otros,
juegan a las escondidas.
Me recuesto
sobre el césped.
Me dejo llevar
por el movimiento
de las nubes.
Nuestra hija,
se encuentra
con unas amigas
y plantean
una mancha venenosa.
"¿Pudiste ver las ofertas de las calzas?"
"¿Cómo que tu hermano no puede cuidar a Ema el lunes?"
Ráfagas de adultez
presagian la catástrofe.
Las horas de la tarde
traen
una fiesta de harina y azúcar.
Nada que nos interese a vos y a mí,
pienso.
Nuestra hija
hace una pirueta
en un trepador.
Es maravilloso
ver
como todavía
su cuerpo está comunicado
con un Todo.
¿Lobo estás?
martes, 17 de septiembre de 2019
de la víbora
nos hacía reír.
Íbamos
en el tren,
con las cabezas
por fuera de la línea
permitida,
y creo que vos fuiste
la primera en decirlo:
"ahí está la casa de la víbora".
Éramos inocentes,
nuestro animal
no tenía color
ni fama.
Velocidades
entre los 6 y 10 años.
Vestías un jogging de algodón
ancho y rosado,
yo,
no me acuerdo.
Ropa de feria.
Las plomasas
eran puentes de paredes
de cemento
con forma de medialuna invertida,
que el convoy atravesaba
antes
de llegar a la estación Sarandí.
¿Eran dos?
¿Te acordás?
no era urgente.
Había otros planes:
comernos el estómago,
pasear los domingos
en el Falcon verde.
En el camino de conchillas,
un verano,
lo supe:
sólo necesitaba
que me vieran
trepar los escalones de esas gradas.
A metros,
está la urna
con restos
de aquella indiferencia.
A los pies de un árbol,
las hojas
descomponen los recuerdos.
Nada que no sepas,
allá donde te encuentres.
lunes, 16 de septiembre de 2019
"No escribas poemas de corrido".
Eso dijiste,
antes de mostrarme
tu espalda
en aquel sueño.
Estábamos en el pasillo de un hospital
y te había traído una revista
para la noche.
Era el piso 14.
¿Vamos a fumar?
Un médico nos llamó
y dijo algo sobre tu mano,
tenías una especie de tumor
maligno.
Supe que años después
esa misma enfermedad
la sufrió tu hijo.
Alguien pasea
la mano amputada
en una camilla.
Algo me dice
que debo despertarte.
mataba sapos.
Cientos.
De chico,
veía un terreno baldío
donde tiempo después
un vecino murió electrocutado.
Nunca pude darte la mano
cuando salíamos de paseo.
Un escalofrío
corría por mi espina dorsal.
Tampoco vi a mi padre
darle un beso a mi madre.
La casa de mármol negro
era una trampa para ratas.
Rezo:
Un niño grande
con un tic en el ojo
y una completa indiferencia al amor.