lunes, 9 de marzo de 2020

Jerga

Tiempo,
puedo sentarme en la silleta del balcón
y ver como los tilos 
empiezan a sudar otoños,
nervaduras sin clorofila,
sólo la dignidad de la luna 
empujando las olas
como quien espera en la estación 
el fantasma diésel de una locomotora.

Despunta el alba, 
las camas van quedando vacías, 
sábanas revueltas
por las máquinas de lavar,
nada más real que un abrazo, 
me dice una voz.

¿Oís?

No creo en los poetas, 
pero sí en la poesía,
ráfagas que aparecen 
como un cosquilleo en las manos, 
"¿a quién llamar?"

Queman, 
los diez dedos, 
las diez almas, 
los diez secretos 

¿Diez?

Recuerdo, 
la guitarra que se estrelló contra el suelo, 
cuando tenía ocho años, 
de ahí quizá, 
mi sordera hacia los instrumentos, 
la panza se abrió, 
con una cuchillada seca de silencio.

Era un regalo de mis padre:
"Mi hijo, el doctor"

Gran fracaso, 
pocas recompensas
por andar a pie en las autopistas.

"¡Se llega!, ¡Se llega!"
grita el hornero,
apodo de tal...
uno se trenza 
con una mantis 
a todo o nada,
para encontrarse 
alguna vez
ahí, 
entre esos brazos que hacían que el mundo 
cobre un sentido, 
unos segundos de eternidad 
más acá o allá, 
no importa 
pero unos segundos al fin.

Guitarra suicida, 
casas perdidas, 
perros muertos, 
sopapos 
airosos 
domingos sin manteles 
apenas un lugar para rezar.

Con el paso de los años,
conocí escritores 
que  hablaban de sus libros 
y de sus bibliotecas, 
volúmenes ordenados 
por obsesiones ingeniosas: 
laberintos, 
traiciones, 
sistemas, 
venenos 
y detuve el afán de saber más
porque si algo me aturde 
es la pasión con prisión 
domiciliaria.

¿Cuánto espacio necesita la asfixia?

Las deudas 
son mis candidatas favoritas,
ellas se enamoran al instante, 
les agrada pasear en automóviles
y hacen el amor 
aún estando resfriadas.

Podría continuar en el poema, 
imaginarme 
en la cama de un hospital 
atado 
a la espera de la dosis letal
o bien 
subrayando un libro de caballería medieval 
y enterarme ahí 
que la reina Ginebra 
fue raptada, 
o saber que al llegar a casa 
nuestra niña 
habrá aprendido una letra más del abecedario 
y que con esas "llaves"
abrirá el grifo del sentido
y que con esas palabras
algún día 
podrá llegar 
hasta un corazón sin sangre 
en el cual
vos y yo no estaremos 
o sí
pero eso no importa.

5 comentarios:

Boots dijo...

Me encantó, Andrés. Hacia mucho no pasaba por aquí. Abrazo enorme desde Córdoba. Tenemos que ponernos al día, mandame un mail con algún teléfono y nos reconectamos.

Martín.

Andrés dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Andrés dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Andrés dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Andrés dijo...

Martín querido, gracias por tu comentario. Me encanta saber de vos. Hablemos te dejo mi celu 11 23 95 7679. Abrazo.