Tiempo,
puedo sentarme en la silleta del balcón
y ver como los tilos
empiezan a sudar otoños,
nervaduras sin clorofila,
sólo la dignidad de la luna
empujando las olas
como quien espera en la estación
el fantasma diésel de una locomotora.
Despunta el alba,
las camas van quedando vacías,
sábanas revueltas
por las máquinas de lavar,
nada más real que un abrazo,
me dice una voz.
¿Oís?
No creo en los poetas,
pero sí en la poesía,
ráfagas que aparecen
como un cosquilleo en las manos,
"¿a quién llamar?"
Queman,
los diez dedos,
las diez almas,
los diez secretos
¿Diez?
Recuerdo,
la guitarra que se estrelló contra el suelo,
cuando tenía ocho años,
de ahí quizá,
mi sordera hacia los instrumentos,
la panza se abrió,
con una cuchillada seca de silencio.
Era un regalo de mis padre:
"Mi hijo, el doctor"
Gran fracaso,
pocas recompensas
por andar a pie en las autopistas.
"¡Se llega!, ¡Se llega!"
grita el hornero,
apodo de tal...
uno se trenza
con una mantis
a todo o nada,
para encontrarse
alguna vez
ahí,
entre esos brazos que hacían que el mundo
cobre un sentido,
unos segundos de eternidad
más acá o allá,
no importa
pero unos segundos al fin.
Guitarra suicida,
casas perdidas,
perros muertos,
sopapos
airosos
domingos sin manteles
apenas un lugar para rezar.
Con el paso de los años,
conocí escritores
que hablaban de sus libros
y de sus bibliotecas,
volúmenes ordenados
por obsesiones ingeniosas:
laberintos,
traiciones,
sistemas,
venenos
y detuve el afán de saber más
porque si algo me aturde
es la pasión con prisión
domiciliaria.
¿Cuánto espacio necesita la asfixia?
Las deudas
son mis candidatas favoritas,
ellas se enamoran al instante,
les agrada pasear en automóviles
y hacen el amor
aún estando resfriadas.
Podría continuar en el poema,
imaginarme
en la cama de un hospital
atado
a la espera de la dosis letal
o bien
subrayando un libro de caballería medieval
y enterarme ahí
que la reina Ginebra
fue raptada,
o saber que al llegar a casa
nuestra niña
habrá aprendido una letra más del abecedario
y que con esas "llaves"
abrirá el grifo del sentido
y que con esas palabras
algún día
podrá llegar
hasta un corazón sin sangre
en el cual
vos y yo no estaremos
o sí
pero eso no importa.
5 comentarios:
Me encantó, Andrés. Hacia mucho no pasaba por aquí. Abrazo enorme desde Córdoba. Tenemos que ponernos al día, mandame un mail con algún teléfono y nos reconectamos.
Martín.
Martín querido, gracias por tu comentario. Me encanta saber de vos. Hablemos te dejo mi celu 11 23 95 7679. Abrazo.
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