martes, 28 de abril de 2020


Las hojas de los tilos
están amarillas.

Algunas,
todavía verdes,
resisten.

La tormenta
alenta la caída:
nervaduras y tallos,
se abrazan
antes del golpe.

La vecindad
se encarga
de barrer las veredas.

Están aterradas
ante el enigma del otoño.

Un gusano
se arrastra
entre la carne muerta.

Una paloma aplastada
por un automóvil
es un cuerpo obsoleto
en los cálculos
de la comuna. 

El gusano,
se contrae
ante la maravilla
de lo putrefacto.

¿Será así?

Pudimos
haber habitado otra sensación,
digo,
vos,
yo,
nosotros.

Nada,
que no nos hayamos dicho
ante los millones de peces
encerrados en el corazón.

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