jueves, 29 de agosto de 2019
Cables
Haber dormido 7 horas
me trae alivio.
Las autopistas
son tibias playas
donde apoyar los pies.
Estoy parado en la puerta
de una habitación
en el medio
de una ruta Interestatal.
Tengo 25 años menos,
visto de pizza man
y una mujer se acerca
para recibir su pepperoni.
¿Qué sucede?
Nuestra hija me tuerce la muñeca
y me pide que siga leyéndole el cuento.
Una presencia ancestral
choca con lo presente.
¡Bang!
Las palabras son tramposas,
sólo las hadas
saben qué hacer con ellas.
Nuestra hija cierra los párpados
y me suelta la mano.
Caigo sobre tu cuerpo
y lo abrazo.
Estoy en paz.
miércoles, 28 de agosto de 2019
Cuando no puedo dormir,
me subo a las autopistas
a gran velocidad.
Allí,
estoy en la fila de un supermercado
y en la espera por pagar,
me enamoro de la cajera.
¡Ay de mí! me digo,
entre idas y venidas
de sábanas caídas.
¡Ay de ti!
bella mujer
Sólo llevo
un paquete y una botella.
Espero que este amor
repare nuestras roturas,
antes de preguntarte
sí recibís cupones de descuento
extras larges,
o de contarte que leí un poema
de un tal René Char...
Me fui con la compra,
por una puerta giratoria
sin saber
qué hacer.
viernes, 12 de abril de 2019
No me hables de los sueños.
Tu padre ha muerto,
y te ha dejado un puñado de papeles deshechos,
una billetera estropeada
y una tónica manera de relacionarte.
¿Es eso?
la distancia entre palabras,
tu aridez,
los mapas mentales.
Te vi
trepado a las ramas de un árbol
fumando una pipa.
La luz del sol
enceguecía tus ojos.
Huías.
Hay algo vivo en vos.
jueves, 11 de abril de 2019
Desmayo
Había un río,
una pequeña población de intrusos,
un perro de pelaje multicolor
y una enredadera
cubriendo mis arterias.
¿Alguien me escucha?
Dos mujeres estaban frente a mí,
parecían bajadas de un Cerro,
vestían polleras largas
y las emplomaduras de oro
de sus dentaduras
me dieron una coordenada.
"Todavía estoy acá",
en la esquina de Rivadavia y Pueyrredón,
con la camisa empapada de sudor,
temblando,
a la espera.
sábado, 26 de mayo de 2018
Contadas veces los vi juntos.
Conservaban una apariencia
de hermanos.
Había algo en sus cabezas.
Siempre me pregunté
quiénes eran.
Recuerdo navidades
de grandes comensales
con animales dorados
y manos repletas de grasa.
Risas.
Estaban contentos,
podían jugar a las escondidas.
Una noche
los vi entrar de la mano
en un bosque.
Ya habían perdido los dientes.
Uno tenía una prótesis en la cadera y una mancha en un riñón.
Otro, un cáncer en el hígado.
Dejaron de hablar llegando a esa casa
de tejados verdosos.
El abuelo cortaba leña.
La abuela completaba el álbum familiar con fotos de sus hijos queridos.
¿Viste sus manos?
Y bajo una lluvia de fuego,
aullaron.
martes, 22 de mayo de 2018
La Dama
Sé
que tuvo décadas felices,
donde nadie sabía a qué se dedicaba,
años en los que vestir un traje caro
y repartir tarjetas personales
era un pasaporte al infierno.
Creo que nunca lo vi
leyendo un libro,
tampoco lo escuché
hablar de fútbol.
Eso sí:
los amigos poderosos
y los gastos extravagantes
le fascinaban.
Una vez me dijo:
“fijáte siempre en la Naturaleza”.
Después se sumergía en papelitos
con números y cuentas imposibles:
Un millón para mamá,
Un millón para…
Nada funcionó.
Los años pasaron
y las cosas se fueron perdiendo:
Casas,
Autos,
Oficinas,
Ropa,
Amigos,
Hijos,
Amor,
Dientes.
Los papelitos con las cuentas
no dejaron de existir:
Un millón para mamá,
Un millón…
Mientras:
Idas y vueltas a las guardias de los hospitales
públicos,
Él con los ojos extraviados,
y un jogging manchado de pis.
“¿Dónde está mamá?”
“¿Está enojada mamá?”
Hasta que a los 80 años
se cayó y terminó
en un geriátrico del barrio del Once.
Vio morir a varios de los ancianos que vivían ahí,
lloró día y noche,
se quejaba del sinsabor de la comida,
del mal gusto de todo lo que lo rodeaba.
“¿Está enojada mamá?”
Siento su mano en mi espalda,
dándome un envión,
yo con 10 años,
montado en una bici sin rueditas,
Él con 45.
Cuando lo vi muerto en su cama,
pensé en eso.
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