Leo a ciertos poetas
y creo en ellos.
Poetas:
¡Abran las puertas de mi corazón!
Poetas:
¡Dejen pasar a mis hermanos y hermanas!
Teixeira de Pascoaes, a tu salud!
viernes, 12 de abril de 2019
No me hables de los sueños.
Tu padre ha muerto,
y te ha dejado un puñado de papeles deshechos,
una billetera estropeada
y una tónica manera de relacionarte.
¿Es eso?
la distancia entre palabras,
tu aridez,
los mapas mentales.
Te vi
trepado a las ramas de un árbol
fumando una pipa.
La luz del sol
enceguecía tus ojos.
Huías.
Hay algo vivo en vos.
jueves, 11 de abril de 2019
Desmayo
Había un río,
una pequeña población de intrusos,
un perro de pelaje multicolor
y una enredadera
cubriendo mis arterias.
¿Alguien me escucha?
Dos mujeres estaban frente a mí,
parecían bajadas de un Cerro,
vestían polleras largas
y las emplomaduras de oro
de sus dentaduras
me dieron una coordenada.
"Todavía estoy acá",
en la esquina de Rivadavia y Pueyrredón,
con la camisa empapada de sudor,
temblando,
a la espera.
sábado, 26 de mayo de 2018
Contadas veces los vi juntos.
Conservaban una apariencia
de hermanos.
Había algo en sus cabezas.
Siempre me pregunté
quiénes eran.
Recuerdo navidades
de grandes comensales
con animales dorados
y manos repletas de grasa.
Risas.
Estaban contentos,
podían jugar a las escondidas.
Una noche
los vi entrar de la mano
en un bosque.
Ya habían perdido los dientes.
Uno tenía una prótesis en la cadera y una mancha en un riñón.
Otro, un cáncer en el hígado.
Dejaron de hablar llegando a esa casa
de tejados verdosos.
El abuelo cortaba leña.
La abuela completaba el álbum familiar con fotos de sus hijos queridos.
¿Viste sus manos?
Y bajo una lluvia de fuego,
aullaron.
martes, 22 de mayo de 2018
La Dama
Sé
que tuvo décadas felices,
donde nadie sabía a qué se dedicaba,
años en los que vestir un traje caro
y repartir tarjetas personales
era un pasaporte al infierno.
Creo que nunca lo vi
leyendo un libro,
tampoco lo escuché
hablar de fútbol.
Eso sí:
los amigos poderosos
y los gastos extravagantes
le fascinaban.
Una vez me dijo:
“fijáte siempre en la Naturaleza”.
Después se sumergía en papelitos
con números y cuentas imposibles:
Un millón para mamá,
Un millón para…
Nada funcionó.
Los años pasaron
y las cosas se fueron perdiendo:
Casas,
Autos,
Oficinas,
Ropa,
Amigos,
Hijos,
Amor,
Dientes.
Los papelitos con las cuentas
no dejaron de existir:
Un millón para mamá,
Un millón…
Mientras:
Idas y vueltas a las guardias de los hospitales
públicos,
Él con los ojos extraviados,
y un jogging manchado de pis.
“¿Dónde está mamá?”
“¿Está enojada mamá?”
Hasta que a los 80 años
se cayó y terminó
en un geriátrico del barrio del Once.
Vio morir a varios de los ancianos que vivían ahí,
lloró día y noche,
se quejaba del sinsabor de la comida,
del mal gusto de todo lo que lo rodeaba.
“¿Está enojada mamá?”
Siento su mano en mi espalda,
dándome un envión,
yo con 10 años,
montado en una bici sin rueditas,
Él con 45.
Cuando lo vi muerto en su cama,
pensé en eso.
sábado, 6 de mayo de 2017
Me invitaron a un
cumpleaños
en una de esas
casas modernas,
de jardines
traseros y varios ambientes.
Mi compañera ya
estaba ahí,
sentada en una
mesa
repleta de cosas
ricas para comer.
Nuestra hija se
tiró de mis hombros
apenas llegó
y fue directo a
una habitación
donde había un
piano y otros instrumentos.
Me saqué los
zapatos,
saludé al
agasajado
y a muchos otros
que no conocía.
Corrían las
botellas
y en una de esas di
con un vaso
después con otro
y otro
hasta que pude
sentirme
un poco más gusto
conmigo mismo.
Hacía muchos años
que no estaba en
una celebración
con personas
desconocidas.
Esta situación
me hizo boyar por
distintas conversaciones.
Entonces me senté
en una silla playera
y 3 personas
estaban hablando de las distintas
traducciones al
español del Tao Te King.
Las 3 estaban
apoyadas sobre sus botellas
que iban y venían
como una pelotita
de ping pong en un mundial.
Del Tao Te King
pasaron
a los poemas de
Carver.
El viejo Raymond
no fue bien
tratado
y eso me hizo
decir algo.
Uno de ellos me preguntó
qué hacía,
cómo me llamaba
a qué me dedicaba.
Respuestas
imposibles.
Dije que me ganada
la vida vendiendo libros,
que nuestra hija
estaba entretenida en el cuarto de al lado
y que cuando tenía
tiempo libre leía.
¿Qué leés?
Uff…
este punto 10 años
atrás,
hubiera generado
una catástrofe.
Miré hacia los
costados
y di con un resto
de bebida.
Me dije:
¡Diosa inmemorial
concédeme la
gracia
de la discreción y
la certeza!
¡No me abandones!
Pasaron unos
segundos,
y otro de ellos
(el mayor)
mencionó un poema de
Baudelaire
en el que un
vendedor de vidrios
recibía una
pedrada desde una ventana
y todo se iba al
demonio.
¡Vale ese acto la
eternidad en el infierno!
Concluyó.
¡Diosa inmemorial!
¡Nunca me
abandones!
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