Todo resuena
hasta acallar la soledad
de los pájaros azules
en los comienzos
de los cuentos de hadas.
Los príncipes y las princesas
descansan en sus sarcófagos de nácar.
La silla peligrosa
y el puente de las mil hojas
fueron subastados en los confines
del remoto reino del olvido.
Los castillos se incendian
tras la muerte del último poema.
Eso si,
aquietados por la compasión,
los guardianes del bien
se montaron a sus tablas de surf.
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