sábado, 26 de mayo de 2018


Contadas veces los vi juntos.

Conservaban una apariencia
de hermanos.

Había algo en sus cabezas.

Siempre me pregunté
quiénes eran.

Recuerdo navidades
de grandes comensales
con animales dorados
y manos repletas de grasa.

Risas.

Estaban contentos,
podían jugar a las escondidas.

Una noche
los vi entrar de la mano
en un bosque.

Ya habían perdido los dientes.

Uno tenía una prótesis en la cadera y una mancha en un riñón.
Otro, un cáncer en el hígado.

Dejaron de hablar llegando a esa casa
de tejados verdosos.

El abuelo cortaba leña.
La abuela completaba el álbum familiar con fotos de sus hijos queridos.

¿Viste sus manos?

Y bajo una lluvia de fuego,
aullaron.

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